No sé si ustedes habrán observado que en el mundo urbano se cocinan sujetos realmente singulares, y de entre ellos los más particulares son sin duda los peluqueros.
Desde el presidente Echeverría, que por cierto era un asno de primera categoría (y que me perdonen tan sufridos cuadrúpedos por la comparación), se prohibieron los oficios. Antiguamente el pater familia tomaba a su hijo adolescente de la mano, lo llevaba con un amigo maestro en algún arte u oficio y le decía muy serio: aquí se lo traigo pa’ que se haga hombre; no se lo específicamente para aprender un oficio, sino para que se hiciera hombre de bien. Pues el preclaro masiosare trató de evitar que los explotaran y acabó con ellos, lo cual no es una mala forma de extinguir el personal que no nos conviene.
Decía ya que dentro de este grupo brillan con luz propia los peluqueros, y de éstos, señalados con índice de fuego, los peluqueros de clubes; hay de todas especies y pelajes, el nombre no variará mucho tal vez se llamen Gilberto o Federico, por lo general se sujetarán a otra ocupación además de pelar, quizá sean oriundos de Ayo el chico ( que es un pueblo y no un albur) o de Unión de Tula, apodados los tulanos, eso poco importa, y por lo general no tienen antecedentes de fígaros fuera de esa entidad. Cuentan que un peluquero de un club muy conocido en esta ciudad en realidad estaba podando el pasto cuando faltó el peluquero titular y algún socio burlón le dijo que se pasara a la peluquería, que daba lo mismo pelar el pasto que rapar barbas; como no tenía equipo, otro peluquero memorable, “El gordo de la mutualista”, le regaló dos navajas que nuestro héroe no sabía usar; esto que narro fue hace más de veinte años, y sin embargo, el domingo pasado un conocido ingeniero oriundo de Zapotlán le preguntó resignadamente antes de pelarse que si tanto le gustaba pelar ¿por qué no aprendía?, otro sujeto oriundo de Santa Ana de los Negros llegó a pedirle que por favor lo pelara rizado de el lado izquierdo, a la flep top en la parte superior izquierda, con trenzas en la superior derecha y de pelo largo en la lateral derecha, a lo que el peluquero alegó no poder hacerlo mientras el cliente aseguraba que así lo había dejado la última vez.