lunes, 22 de octubre de 2012

Nuevos cabildos, nuevas esperanzas


Al cambiar las administraciones, cambia el ambiente noticioso. Hace quince días en todos los medios aparecían las bondades y grandes logros de los anteriores tlatoanis, que de alguna manera nos mostraban que el mundo puede ser feliz aunque nosotros no lo veamos. Ahora las nuevas administraciones han empezado a dejar ver el estilo personal de gobernar, importantísimo en  nuestro entorno, y, con la natural temporada de ajustes entre regidores de los diferentes partidos, esperemos que por una vez le atinen y hagan realidades que beneficien a la gente.

No es que me oponga a los llamados programas  sociales, simplemente que no los considero prioritarios ya que  pero tengo que decir que considero que los ayuntamientos son -según decía González Luna- una familia ampliada, y a mí me resulta difícil explicarme familias ampliadas de más de mil gentes. No está mal que se regale a los habitantes de la ciudad relojes electrónicos, sin embargo, yo no considero correcto que por dar esos relojes se dejen de pavimentar las calles.

La constitución es muy clara acerca de las obligaciones de los ayuntamientos, y yo les aseguro que si se cumplieran, aumentaría muchísimo el nivel de vida de los ciudadanos, aunque hay que decirlo, las obras fijadas por la norma no dejan tanto aplauso como las otras. Y llega uno a pensar que lo que importa no es el desarrollo de la ciudad, sino el aplauso popular. Ahora que, en esta ocasión se conformaron cabildos que permiten esperar que se den acuerdos más allá de los protagonismos, que evidentemente tendrán los regidores de oposición, cuya chamba precisamente consiste en ser estruendosos.

Esta semana, los chicos de Alfaro que cobran en el ayuntamiento de Guadalajara, hicieron un montaje para mostrar sus patrimonios, esto sin que ninguna ley los obligue a ello, lo que, aunque es agradable, pero a fin de cuentas no deja de ser un espectáculo popular, porque bien podrían, para hacer más atractivo en informe presentar esos informes vestidos de vestales griegas en una versión más o menos moderna de los misterios de Eleusis, en las que la deidad máxima para ellos sería el incomparable Andrés Manuel López Obrador; no serviría de nada a la democracia, pero divertido sí sería, y obtendrían aquello que tanto esperan, que es la atención pública. Total de que de lo que se trata es de que les hagan caso porque el cheque aunque muy bueno no es bastante.

Ojala todos los miembros de ayuntamientos, sin importar de cual membrecía pertenezcan se reúnan y actuando como seres libres, que deben serlo, se olviden un poco de las telarañas que pudieran traer en la cabeza y propongan cuestiones útiles, prácticas y posibles para mejorar lo esencial o sea el agua y alcantarillado, el alumbrado, panteones, rastro, seguridad pública La aprobación y consulta de planes parciales, otorgar licencias y permisos de construcción

No parece tan difícil, estas son funciones que la ley suprema ha considerado para ellos, y solo por variar debían proteger al ciudadano común.

lunes, 1 de octubre de 2012

MÁS LEYES: QUÉ HORROR


Yo no sé si usted tenga el mismo miedo que a mí me da el inicio de una legislatura y enterarme que un gran número de diputados y senadores, trémulos de emoción y queriendo servir, deciden promover nuevas iniciativas de ley buenas y malas, absurdas y razonables y vengan o no al caso; de todo hay en la viña del Señor, la cosa es que son muchas.

De esto mucha culpa tienen los periodistas, que se la pasan criticando a nuestros amados padres conscriptos que con tanta generosidad y desinterés se sacrifican por nosotros, y es que dicen que son una bola de playones que se la pasan comiéndose los mocasines y que no producen suficientes leyes; a mí eso me parece terrible porque no creo, ni quiero que los electos me estén diciendo qué es lo que yo debo hacer, qué debo comer, cuál debe ser mi peso, dónde puedo fumar y en general cómo debo vivir, eso para mí es meterse en lo que no les importa.

Los diputados, en especifico, nacen para vigilar la aplicación que hace el ejecutivo de los impuestos que se transforman en el gasto público, y como éste no podía darle cuenta a todo el infelizaje de la aplicación del dinero, pues nombraban a representantes para que vigilaran al manotas, esa es su función; para poder hacerlo adecuadamente hacían algunas leyes para prohibir al rey entonces, presidentes o gobernadores hoy, que dispusieran a su antojo. Esa vigilancia ha quedado atrás, y ahora si un representante considera que los ojos de pescado son dolorosos propondrá una ley para prohibirla y pedirá fondos para combatirlo. Las féminas sufren maltrato, se debe combatir a cualquiera que maltrate a una, para eso se hará una ley —como si no fueran seres humanos dignos— para protegerlas. Después otro legislador descubrirá que entre las maltratadas hay gordas —como si fueran más o menos que las flacas— y hará su ley para proteger a las mujeres gordas; después se verá que hay mujeres gordas viejas —como si tuvieran más o menos derechos que las jóvenes— y hará su ley, y así hasta el infinito. Y para aplicarlas se requerirán fondos y burocracia, cuando para mí en extremo bastaba la primera.

Hace dos mil años, Tácito señaló que “el exceso de leyes implica la corrupción de la cosa pública”, esto es que es un drama tener tantas leyes, no es de ninguna manera un avance sino un síntoma de corrupción. Vea usted la actual discusión sobre la ley del trabajo, no parece haber punto medio: para unos es la maravilla que nos llevará a la felicidad eterna y creará empleos al por mayor, mientras que para otros es la conspiración de la maldad para esclavizar a los mexicanos, y yo no creo que sea ni una cosa ni otra. Para mí es un asunto estrictamente político que tiene que ver con todo, menos con trabajadores y patrones, y no creo que produzca ningún tipo de daño o beneficio laboral, tan sólo permite que nuestros padres patrios se luzcan.