lunes, 1 de octubre de 2012

MÁS LEYES: QUÉ HORROR


Yo no sé si usted tenga el mismo miedo que a mí me da el inicio de una legislatura y enterarme que un gran número de diputados y senadores, trémulos de emoción y queriendo servir, deciden promover nuevas iniciativas de ley buenas y malas, absurdas y razonables y vengan o no al caso; de todo hay en la viña del Señor, la cosa es que son muchas.

De esto mucha culpa tienen los periodistas, que se la pasan criticando a nuestros amados padres conscriptos que con tanta generosidad y desinterés se sacrifican por nosotros, y es que dicen que son una bola de playones que se la pasan comiéndose los mocasines y que no producen suficientes leyes; a mí eso me parece terrible porque no creo, ni quiero que los electos me estén diciendo qué es lo que yo debo hacer, qué debo comer, cuál debe ser mi peso, dónde puedo fumar y en general cómo debo vivir, eso para mí es meterse en lo que no les importa.

Los diputados, en especifico, nacen para vigilar la aplicación que hace el ejecutivo de los impuestos que se transforman en el gasto público, y como éste no podía darle cuenta a todo el infelizaje de la aplicación del dinero, pues nombraban a representantes para que vigilaran al manotas, esa es su función; para poder hacerlo adecuadamente hacían algunas leyes para prohibir al rey entonces, presidentes o gobernadores hoy, que dispusieran a su antojo. Esa vigilancia ha quedado atrás, y ahora si un representante considera que los ojos de pescado son dolorosos propondrá una ley para prohibirla y pedirá fondos para combatirlo. Las féminas sufren maltrato, se debe combatir a cualquiera que maltrate a una, para eso se hará una ley —como si no fueran seres humanos dignos— para protegerlas. Después otro legislador descubrirá que entre las maltratadas hay gordas —como si fueran más o menos que las flacas— y hará su ley para proteger a las mujeres gordas; después se verá que hay mujeres gordas viejas —como si tuvieran más o menos derechos que las jóvenes— y hará su ley, y así hasta el infinito. Y para aplicarlas se requerirán fondos y burocracia, cuando para mí en extremo bastaba la primera.

Hace dos mil años, Tácito señaló que “el exceso de leyes implica la corrupción de la cosa pública”, esto es que es un drama tener tantas leyes, no es de ninguna manera un avance sino un síntoma de corrupción. Vea usted la actual discusión sobre la ley del trabajo, no parece haber punto medio: para unos es la maravilla que nos llevará a la felicidad eterna y creará empleos al por mayor, mientras que para otros es la conspiración de la maldad para esclavizar a los mexicanos, y yo no creo que sea ni una cosa ni otra. Para mí es un asunto estrictamente político que tiene que ver con todo, menos con trabajadores y patrones, y no creo que produzca ningún tipo de daño o beneficio laboral, tan sólo permite que nuestros padres patrios se luzcan.

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