domingo, 24 de abril de 2011

LA MUERTE DEL TIO TOLITO 1 DE 2

Con la pena que falleció mi tío Tolito. Hombre bueno aunque al igual que Gabino Barreda ya que no entendía razones y dejo tras de si una estela de dolor y de risa involuntaria ya que era serio como el que más y muy malo para contar chistes y charadas, seriedad que lo hacía más gracioso contando su vida.
Su agonía fue particularmente dolorosa. Su mujer, hijas y otros parientes estaban al derredor de su cama quienes se miraban sin saber qué hacer, él si sabía que se iba a morir pero por lo general los demás no saben qué actitud tomar.
Llamaron a un sacerdote que le dio los santos oleos y después lo confesó advirtiéndole que tendría que perdonar a todo aquel que lo hubiera ofendido y Tolito contestó – No tengo a nadie a quien perdonar – los presentes se mostraron azorados de un hombre que estaba sobre las ofensas- y el tío continuo diciendo no tengo a quien perdonar porque el que me la hizo, me la pagó. Al tío le gustaba rezar el padrenuestro antiguo que decía “ perdona nuestras deudas, porque de esas tenía muchas y él decía que no andaba ofendiendo a la gente.
Quiso que estuviera presente su hijo mayor, con lo que la familia supo de cierto que estaba delirando ya que Tolito no tenía hijos varones y si bien la prima Severina portaba un mostacho a la Kaiser no era para tanto. La familia del tío se formaba por la tía Remedios a quien gustaba la llamaran Meme y las muchachas como eran conocidas Seve, Concha y Chole que vivían en los gloriosos cuarentas y morían por un príncipe azul, o del color que fuera.
Fortuna económica no tenía, lo que el agonizante justificaba diciendo que cuando fue joven los empleos requerían hombres con experiencia y cuando fue adulto los empleos se los ofrecían a jóvenes audaces. La tía Meme por su parte achacaba el malestar económico a que Tolito nunca había trabajado, solía decir que en 61 años lo único que había llevado a su casa fue una gripa. Pero ya sabemos que fijadas son las mujeres.
Amó a muchas mujeres – su madre le decía que como al Rey Salomón lo perdería el amor a las féminas- de entre ellas recuerdo una que lo mandó a lucas y al terminar la relación le escribió una carta para reclamarle su desviado proceder, ella se negó a recibirla ya que ni siquiera lo quería volver a ver. Tolito que no podía aceptar un no, tomó la carta y con un puñal la dejó enterrada en la puerta de la casa de la casquivana mujer. Simplemente narro esto para que demostrar que ya no hay amores como antes, ahora son sólo amores ligth.Pues murió el buen tío y empezó la familia a deliberar que harían con el cadáver, obvio es decirlo, no tenían ni un clavo para el funeral, aunque en honor a la verdad, Tolito decía al respecto que a él, como el del corrido de Felipe fue desgraciado quería que lo enterraran en tierra bruta donde lo trillara el ganado; la familia aunque gustosa de hacerlo se abstuvo por temor a que los acusaran de inhumación clandestina. (continuará)

lunes, 11 de abril de 2011

SIXTO

Por mucho tiempo mi abuela y sus hermanas acostumbraban ir por las tardes a casa de doña Socorro donde un grupo de señoras se reunían a coser y a la amena charla, durante la cual supongo, que la mayoría se dedicaban al deporte favorito de los habitantes de las pequeñas poblaciones: devorar al prójimo. Doña Soco, don Sixto y sus tres hijas tenían muchos años viviendo al lado de mis abuelos, desde antes que muriera el abuelo. Por ese rumbo no había muchas caras nuevas y todos eran gentes conocidas. Mi abuela era extremadamente seria, cuando menos yo nunca la escuche decir algo gracioso o reírse por algo, ya cuando mucho sonreía, sin embargo también hay que decir que jamás la vi ni enojada, ni siquiera molesta, podíamos decir que era amablemente seria. Por ello no creo que le entrara a la crítica aunque sí a la plática. Las que bien podían haber sido unas maestras en el arte de destazar al prójimo eran mis tías Austreberta y Soledad que cuando yo las conocí ya estaban jubiladas y si en aquella época no vivían con mi abuela, vivían al otro lado, la tía Berta muy simpática e inteligente y la tía Chole que no era lista pero extremadamente educada condenaba cualquier acto de vulgaridad. A la tertulia asistían otras muchas vecinas que se colocaban alrededor del patio rodeado de macetones con helechos que abrían un pasillo desde el cancel de ingreso. Rebeca, hermana de doña Soco era personaje muy importante en esas reuniones. A don Sixto le gustaba asistir al casino zacatecano, por encontrarse con paisanos e ingerir bebidas espirituosas muy de su gusto y como consecuencia de ésta agarraba unas melopeas de pronóstico reservado llegando a su casa avanzada la noche. Un buen día adelanto su regreso a casa y cuando aun estaban en la tertulia se escuchó su borrascosa voz que exigía: - Con cuarenta mil putas y setecientos mil chingadas. Ábranme. Mi tía Soledad ante lo soez del grito exclamó: - Qué conjunto tan horrible. Doña Rebeca se sintió en la obligación de defender a su hermana y dirigiéndose a su cuñado lo encaró diciendo: - Sixto, vienes borracho A lo cual la respuesta del interpelado fue dar un empellón a su cuñada al tiempo que le decía: - Quítate, tú vales siete chingadas. Visto lo cual doña Soco quiso defenderla al decir - Sixto…. El interpelado respondió con un nuevo empellón diciendo - Tú vales una chingada A lo que la abnegada esposa replicó - Tu siempre me haces menos. Y con esa remembranza que los que estaban ahí siempre recordaron, aquel día terminó mucho más temprano la tertulia de casa de doña soco.

lunes, 4 de abril de 2011

DON EVARISTO

Esta historia la narraba hace años mi estimado amigo Jorge Juan Moran Mojica a quien creo corresponde la narración de los hechos que aquí comparto con ustedes. Don Evaristo era un viejo policía que en sus horas libres acompañaba a abogados amigos a practicar embargos, un buen día fueron a hacer un embargo a Aguascalientes y cuando volvían la carretera pasaba por la Chona y junto a dicha población quedaba el rancho del abuelo de Jorge, donde había cebolla sembrada. Por comentar algo, Jorge le dijo: Vea nomas don Evaristo, qué bonitos cebollales. El aludido guardó silencio y los demás viajeros se dedicaron a recordar otras aventuras. Como dos horas después, cuando iban a cruzar el Puente Grande don Evaristo rompiendo su mutismo dijo: P’al caldo; sus compañeros de viaje confusos le preguntaron ¿p’al caldo qué don Evaristo? Y éste muy orondo contestó: -Los cebollales, contestación que reflejó su extraordinaria rapidez mental. En otra ocasión él y un paisano de Cihuatlán, de donde eran originarios, estaban emborrachándose en La pedregosa, que así se llamaba la zona de tolerancia de Manzanillo, donde cantinas y burdeles coexistían pacíficamente y al que asistían gentes de lo más variopintas y hay que decirlo el lugar donde oficiaban era de los que tenían mayor atractivo visual. En ese lupanar la variedad consistía en que la estrella del lugar, bastante ligera de ropajes, bailaba y poco tiempo después un sujeto disfrazado de gorila (heroico disfraz tomando en cuenta los calorones que se sufren en el puerto) fingía atacarla, entre golpes y fajes, como sesión de sexo y violencia que espaciadamente se iban haciendo más violentos hasta que la bailarina parecía ceder ante la fuerza de la bestia. En un principio don Evaristo y su amigo observaron con interés el baile, muy gustosos antes de que saliera el gorila, el escenario se formaba con humos fingiendo niebla, música y tambores rodeaban a la bailarina que a base de movimientos sensuales entusiasmaban al peladaje que producía gritos salvajes que completaban la función completando de algún modo el espectáculo. Bajaron la intensidad de las luces y todo se redujo al humo que simulaba niebla y a unos sonidos que simulaban tambores africanos en tanto que la bailarina tumbada en el suelo – esperaba su destino- El gorila aparecía y rodeaba a la víctima hasta levantarla y producir caricias de corte sexual a los que la mujer parecía ceder. Hasta ahí los dos amigos miraban con interés y porque no decirlo algo de morbosidad. De repente el supuesto gorila comenzó a pretender golpear a la mujer, el humo aumentó en tanto los tambores sonaban frenéticamente y eso ya fue mucho para don Evaristo quien muy enojado exclamo: Méndigo animal tan abusivo, ahora sí que me hizo enojar, lo dijo al tiempo que tomaba una botella de agua mineral y se lanzaba a botellazos contra el supuesto gorila a quien insultaba retándolo a ponerse con uno de su tamaño en tanto que lo único que se escuchó fue el grito del gorila que decía: - yo también soy de Cihuatlán.