miércoles, 27 de octubre de 2010

DE CHURROS ESPAÑOLES 2 DE 2

Pues me dijeron que había sido embarcada por error a las Islas Polinesias, pero que no me preocupara, que en un par de días llegaría. Que se le extravíe el equipaje a un sujeto de peso regular es muy desagradable, pero que se me pierda a mí es un drama inenarrable. Usted recordará que tuve que conseguir una sotana de segundo cachete de un clérigo de la orden de San Benito, recién muerto. Y así anduve vestido por los madriles dos días de benedictino, lo cual daba un aspecto muy poco evangélico de la modestia de los clérigos al ingerir alimentos, y más extraño se hizo a los meseros, la forma desaforada del frate al ingerir bebidas espirituosas.

Además, a los mexicanos nos da mucho trabajo cambiar nuestras costumbres, así, un tipo que viajaba conmigo bajó a desayunar pidiendo unos chilaquiles con frijolitos y tortillas recién echadas; alguien le hizo notar que estábamos en España, a lo cual sin inmutarse dijo “ah, pues entonces que me traigan un vaso de leche con calabaza en tacha”. Otro preguntó que si la tarta era más como pastel o como pie, a lo cual el mesero, con la dulzura que caracteriza a los españoles, le dijo “pues una tarta es una tarta y ya “, con lo que quedó aclarado el asunto. Esto me hizo recordar cuando un torero de San Sebastián fue a torear a Sevilla y le comentó a Rafael “El Gallo” que se había retardado porque Sevilla estaba muy lejos, a lo que el divino calvo le respondió que Sevilla está donde debe estar, y si se tardó, fue por otra causa.

Por otro lado, los mexicanos siempre creemos estar en casa de nuestra señora madre y todos los platos se nos hace que están carentes de salsa, por lo cual volvemos locos a los meseros y pedimos, en este diminutivo tan mexicano, que nos traigan un bistecito con papitas y salsita de jitomate, a lo cual el mesero contesta que tiene sirloin, cordero, cabrito u otros, con lo que se arma la de Dios es Cristo porque en ese momento confirmamos que con España nos unen nuestras diferencias y nos separa un lenguaje común.

Y si en España es difícil, imagínese usted la cara que ponemos cuando un búlgaro que trabaja de mesero en Portugal le lee a uno la carta. Mi tío Tolito, Para evitarse ese problema, una vez se dirigió a un comensal que estaba degustando una langosta y señalándole al mesero el plato del señor que se lo comía, creyó indicarle al mesero que quería un plato como ese, pero el mesero entendió que quería ese plato, con lo cual tuvo que casi matarse para explicarle que ese plato era del señor que se lo estaba comiendo.

Otro viajero al terminar de comer pidió un mondadientes – esto en Madrid-, a lo que el mesero le contestó que de esa bebida no tenía pero que tenía brandy, coñac y jerez.

lunes, 25 de octubre de 2010

DE CHURROS ESPAÑOLES 1 DE 2

Pues después de un descanso, que merecidamente tuvieron mis solitarios lectores, vuelvo de forma inconsciente a torturalos con mis sesudos comentarios acerca de las circunstancias poco importantes de la vida, que ya habrá otros muchos que comenten los hechos trascendentes.

Nuestro diario, esperando que me cultive y diga menos tonterías, me envió con el propósito de conocer por qué los churros son idénticos en todas las churrerías españolas; y no me lo van a creer, tenía razón la dirección: los churros son igualitos unos con otro. Lo que no quedó igual fue mi corporiedad ¿se acuerdan de que había perdido cinco kilos?, pues ya los encontré, junto con otros cinco, que no se donde se me pegaron, seguro en las degustaciones que de dichos productos hice en forma masiva.

Pero sirvió el viaje para descubrir aspectos del viaje de los mexicanos, que nos pueden distinguir en cualquier sitio.

Es inveterada la situación de que los mexicanos no sabemos ni queremos aprender a leer folletos; por más que el pase de abordar diga que el avión saldrá por la puerta 28 a las siete de la tarde, los nacionales agolpamos en la referida puerta para varias veces preguntar si ese supuesto es cierto, de ahí que los despachadores terminen con ganas de ahorcar al que por enésima vez pregunta lo mismo. Una vez confirmado que ése es el avión, se escucha una voz gangosa que dice que el avión se va a retrasar, bueno, esto no siempre, pero a final de cuentas se oye la misma voz anunciando la salida del vuelo, especificando que el abordaje se hará primero los de las clases privilegiadas, los ancianos, los que traigan niños y los que necesiten asistencia especial, y que posteriormente subirán los sufridos viajeros de la clase perrier (Cotero dixit) de las filas 40 a la 60, después los de la fila 20 a la 39 y al final los de la seis a la 19; el anuncio anterior produce que el total de nacionales que ahí estemos nos vamos a agolpar desesperadamente ante la puerta valiéndonos maquina el número de asiento que tengamos.

Como los mexicanos tenemos un miedo endémico a que nos roben las maletas, pues registramos el mínimo posible y todos nos llevamos todo el garrero arriba del avión, lo que ocasiona que los espacios registrados para el equipaje de mano se llenen de inmediato y tengan que documentarse el resto. No falta alguno que teniendo un amigo que ya viajó y perdió su equipaje, siguió el consejo de ponerle un pompón de estambre colorado a la maleta. No quiero contarles que llegando al aeropuerto de Barajas, a la hora que bajaron las maletas, había 181 maletas con pompón colorado, y como las maletas son iguales, pues nadie daba con las suyas; se podía ver el rostro desencajado de los viajantes con la angustia de que su equipaje no llegara, y obvio, el del suscrito no llegó.

martes, 19 de octubre de 2010

LA TÍA CHOLE 2 DE 2

El primer día en casa de los primos, la tía se desayunó unos chicharrones en salsa verde, acompañados de chilaquiles, frijolitos y un birote de la central tamaño monumental, sopeado en chocolate y después la sacaron a tomar el sol. Resulta que ese día llegaron a comer a casa del primo unos amigos de postín, que llegaron desde la una de la tarde, entrándole nutridamente a la botana y con un fuerte copeo, degustándose varias botellas de tequila, situación que hizo que se olvidaran de la tía. Ya para las seis de la tarde, decidieron ir a la Plaza de los mariachis porque uno de los amigos quería oír “El ranchero afamado” o en su defecto “Fernando el francés”; salieron todos, olvidando a la tía, que para esas alturas ya estaba como turista alemana en la playa: tatemada; y para colmo de sus desgracias, cayó un tormentón de esos que se usan en Guadalajara, con los que de seguro se va la luz.

Al día siguiente que salieron a preparar el desayuno se encontraron con la tía, más muerta que un cadáver, con lo que se vieron en la penosa necesidad de comunicar el deceso a los demás parientes, que tampoco lo sintieron. A toda prisa fue velada y en esta fecha conmemoramos tan infausto suceso.

Pero no crea usted que en la familia todo son desgracias, estando velando a la tía Chole en casa de alguna tía, había muy poco vino para la cantidad de gorriones que llegaron, por lo que al tío Clemente se le ocurrió echar éter en la ponchera, de la cual bebieron con fruición todos los llorosos deudos. A las once de la noche, uno de los tíos apostaba con los concurrentes a que podía brincar el cajón a lo largo, y ante el borracherón que se avecinaba, las tías más ancianas decidieron subirse a dormir. Lo que pasó fue indescriptible: el tío Toto y su mujer fueron detenidos en la noche del día siguiente en una fiesta rave que se celebraba en Puerto Vallarta; veinte parientes terminaron en el bote por escándalo en la vía pública; el cajón con la tía se lo llevaron los del carretón de la basura; una tía monjita se lió a golpes con un chofer de trolebús; otro sujeto, este al parecer pariente del primo Jorge -porque yo no conocía-, se fugó con una jinetera de la delegación cubana que andaba aquí en una gira de promoción comercial; el primo Bola llegó a un elegante bar de la localidad, rallando un caballo que se había carranceado de una calandria y gritando “dénme un tequila y a mi caballo lo que pida”, me da pena contar cómo quedó el establecimiento y el caballo, ya que el piso era de mármol y el equino paró hasta que se estrelló con el estante de las botellas; para acabarla de fregar un mesero que traía mucho sueño, y que yo creo que probó el guachicol, se metió a la primera cama que vio, sin percatarse que ahí dormía la tía Clementina, cuyo grito al despertar se oyó hasta Teuchitlán.

lunes, 18 de octubre de 2010

LA TÍA CHOLE 1 DE 2

Las cuestiones vitales casi siempre tienen que ver con accidentes o circunstancias que no prevemos, es más, alguien con más sentido filosófico diría que somos movidos por el destino. Esto lo recordé al conmemorarse el aniversario de la muerte de la tía Chole, la queridísima tía que creo era hermana o prima hermana de mi tío Tolito. Todos en esta vida tenemos una tía como ésta, que no sabemos bien qué parentesco tenemos con ellas, pero que por circunstancias de la vida se van quedando a vivir en casa de los parientes, mismos que como van pudiendo se van deshaciendo de ellas, y pasan de casa en casa aportando cariño e importunidades.

Para los que no viven con ellas son como objetos sacados de un closet – ya que ciertamente tienen un olor a Naftalina- y aparecen en las fiestas, principalmente bautizos pero más en las primeras comuniones, a las que llegan vestidas de negro o de oscuro, usando zapatos madrecita y con la cara como empanada de la cantidad de polvo que se ponen en la cara; por lo general son muy cariñosas y besuconas, cosa que a los niños no les gusta por que les pican con los bigotes.

Ya mi solitario y avezado lector habrá localizado a su propia tía... Pues de la tía Chole nunca llegamos a saber dos cosas: su edad, ni porqué nunca se casó; cuando le preguntaban estas cosas decía era una ordinariez, lo que en lenguaje actual se diría que es una gatada y que eso sólo lo preguntaba un bausán, lo que en lenguaje moderno es un naquete. Mantenía en su vejez sus ojos muy azules y un apetito voraz que quien la viera comer juraba que esa noche pasaría al valle de Josafat, en lenguaje actual que se petatearía.

Por alguna razón, durante un tiempo se fue a vivir a la casa, donde éramos tantos que una boca más, aunque fuera su boca, no contaba. Aunque, entre niños y viejitos existe un entendimiento particular, ya que todos se pelean igual. En una ocasión tuvo oportunidad la familia de salir de vacaciones a un rancho al que no podía ir la tía, porque su silla de ruedas no tenía placas para circular en ese lugar, por eso se pensó que se fuera a la casa del primo Jorge, que vivía cerca y que ahora que me acuerdo creo que era su nieto o algo parecido, ya que la tía nunca se casó.

La noticia cayó en la familia del primo Jorge como cae la noticia de que te van a auditar los de Hacienda –bueno, son más odiados que los dentistas-, sin embargo, los machos se aguantan y no tuvo más remedio que decir que se la mandáramos, no sin que antes mamita tuviera que jurar ante un Cristo que era de mi bisabuela que regresaría por ella. Su estancia era cuestión bastante exagerada, ya que en realidad la tía no daba mucha lata, pues tan sólo había que sacarla en la mañana a tomar el solecito y darle sus sagrados alimentos.

jueves, 14 de octubre de 2010

PÓCIMAS MILAGROSAS 2 de 2

En cambio ahora, el día que se sienta usted mal – que puede no ser físico, porque a la mejor lo que tiene es cansancio de amar y monotonía de vivir-, pues ese día llame a su médico. Primero tendrá que pasar por un interrogatorio que le hará una telefonista, en dicha entrevista informará usted de su salud, pero no física, sino económica (cuentas de banco, hipotecas, parientes ricos, joyas, coches y demás propiedades); si usted cree estar cubierto por un seguro de gastos médicos y lo anuncia, tendrá usted una desilusión, ya que las compañías de marras les pagan a los médicos lo que éstas quieren, y como el que paga manda, pues los galenos se aguantan: el juego es parejo cuando hay desquite, ya caerán.

A partir de lo que reciba, el facultativo comenzará su calvario: tendrá que hacerse usted exámenes de sangre, orina y copro, que van desde la prueba del embarazo (sin importar si usted es varón) hasta la del Sida o el “antidoping”, pasando por todo el catalogo existente; ya para esas alturas usted llevará gastado como diez mil devaluados, Ahí pueden darse dos situaciones: una, que usted no tenga nada y lo manden a su casa, en cuyo caso el seguro no le pagará porque no fue hospitalizado. En el caso de que aparezca que tuvo algo más, el médico le pedirá nuevos y mas complejos análisis para hospitalizarlo, en ese caso ruegue a Dios que su médico no sea cirujano, porque si lo es pasará por sus armas irremisiblemente; el hecho es que cirujano o no, a los ocho días estará usted como computadora de la cantidad de cables y tubitos a los que estará conectado, y de ahí se morirá, si se tiene que morir, y vivirá, si no le tocaba, pues ciertamente los médicos no son indispensables para que uno se muera, aunque algunos si ayudan.

Si usted no quiere o no puede pagar dicha sumas, existen también los medios alternativos, de entre ellos, los chocheros son los más populares: los médicos homeópatas son notoriamente más baratos, aunque en efectividad no se como anden comparados con sus colegas antes mencionados. Tengo un muy buen amigo chochero que yo creo que está cultivándome para que pase al valle de Josafat y se niega a darme el chocho múltiple, o a la mejor, no me lo da porque es mi amigo; una vez le pedí un chocho para adelgazar, y me lo recetó, cuando le pregunte que cómo me lo debía tomar, me contestó que no era para tomarse, que me lo llevara rodando y con ello adelgazaría.

Estando mi tío Tolito en un pueblo del sur del estado, tuvo que consultar al médico del pueblo, quien le indicó que para su enfermedad había tres soluciones: las inyecciones tipodérmicas, los bañitos termiales y el abandono; el tío se acogió a lo último, viviendo muchos años hasta el día que fue señalado desde su nacimiento, ni un segundo antes.

miércoles, 13 de octubre de 2010

PÓCIMAS MILAGROSAS 1 de 2

Comienza a preocuparme que en esta vida estamos sujetos a enfermedades y destinados a morir; aunque lo cierto es que lo que me agobia no es ni la enfermedad ni la muerte, sino el que no podamos hacer una cosa, ni la otra sin los médicos.

La vida ha cambiado mucho al respecto. En mi infancia recuerdo a Polidor u otro sujeto de los medios de entonces anunciando una chutama cuya publicidad decía mas o menos así: “Si usted amanece con la mirada nebulosa, con la boca sabiéndole a veinte de cobre, si dejó usted la pijama oliendo a mono de maromero, si su voz es ronca y al toser arroja flemas, sufre de fríos, calenturas, ganas de pasársela todo el día en cama –pero a lo menso-, si su viejo tiene dolores de cabeza o callosidades pedáneas, si sus manos tiemblan como maraquero, si al ir a hacer del cuerpo nota que el olor de excremento es desagradable, si a la hora de realizar el acto sexual su marido esta desganado, se hace el dormido o sencillamente no puede, si tiene cerrados los ojos cuando duerme por las noches, no quiere decir que su viejo este loco o acabado, simplemente lo que tiene escarnios coguturales del perifloro astárquico. Señora no deje morir a su viejo, transforme usted ese viejo aguado en un garañón, quítele esa voz ronca y cavernosa haciendo que vuelva a él la voz cantarina que la conquistó. La respuesta está en sus manos, como representante exclusivo de los laboratorios Maybe de Lausana Suiza, le vengo a ofrecer esta maravilla medica el “Fosfovitacal”, de la receta secreta de los hermanos Cartochi. Dos gotas de este medicamento tomadas a las seis de la mañana, con la panza mirando al Oriente, ofrecen en la mayoría de los casos salud, dinero, y amor. Pero no crea que vengo a hacer negocio, lo mío es un apostolado, no gano nada con vendérselos, a mi me paga y muy bien la Jealth & Lloung Corporation, no necesito dinero (para demostrarlo sacaban un rollo de billetes), de eso me sobra.

Tampoco quiero que esta maravilla quede como recurso para los ricos, no, yo quiero que todo este pueblo sufrido y globero se beneficie con los efectos milagrosos del mismo: si usted va a la botica (así les decían a las farmacias, que sólo había tres en la noble y leal), este producto le costará 25 pesotes y además se la esconderán porque si se la venden ya no necesitará ninguna otra medicina; yo aquí, y lo juro por la memoria de mi cabecita blanca, no vine a negociar, ese pomo que le venderían en otros sitios se los vendo no en diez, ni siquiera en cinco, se lo vendo en dos pesotes, qué digo, en dos, en un peso, y si no trae, le fío. Todo lo que quiero es su salud, no tiene usted nada que perder y para que vea mi buena voluntad, a los primeros cincuenta se los dejo a tostón, no puedo menos; y si no quiere pagar esto, pues cale a poner a su moribundo el tostón en la frente pa’ ver si se alivia. (Para esto tres o cuatro paleros pasaban a “comprar” lo que entusiasmaba al respetable, que de inmediato compraba el medicamento)”.

Desde luego que el medicamento no curaba y el enfermo fallecía –como lo haremos todos algún día-, pero él, en su muerte, no gastaba más que cincuenta centavos.

lunes, 11 de octubre de 2010

DAMNIFICADOS DE LA PELUQUERÍA

La verdad es que después de ir a la peluquería se acostumbra uno a andar como burro trasquilado, ya que cada intervención del fígaro es una obra maestra en sí misma, después de pelarse el cliente puede esperar cualquier comentario… el otro día me cortó el bigote y yo me sentía elegantísimo, mas al llegar a la casa de ustedes una de mis hijas miró fijamente el bigote y me comentó que me lo habían dejado igual a Don Gabriel, el burrero de Tapalpa.

A un señor Villa, al que masacraron antes que a mí, lo pelaron como gorila de peluche, después supe que duró quince días encerrado en su casa argumentando que sufría de diastolías neurovegetativas, también conocidas como Síndrome de Quintero y que consiste en tener que estar un lapso de tiempo en la oscuridad más absoluta sin ningún contacto con los humanos; para los que nunca la hayan sufrido es una sensación parecida a la que tienen quienes son secuestrados, que al cabo de la horrible experiencia llegan a tener un cierto cariño hacia el secuestrador, en este caso hacia el peluquero que lo dañó, éste es llamado por los primeros “Síndrome de Estocolmo”. A los quince días el señor Villa se atrevió a salir a la calle en una limosina con los vidrios polarizados y con un pasamontañas por otros quince días, en honor a la verdad dicho pasamontañas es un regalo de la peluquería, cómo estará la cosa que mi amigo fue al futbol y durante todo el partido fue punto de referencia, ya que la gente decía “a la derecha del trasquilado aquel”, “a la izquierda del que mordió el burro” o “del gordo tuzado a la izquierda”, lo cual verdaderamente cala, ya que a la salida se dirigió al Pesebre donde pidió una torta bañada en salsa borracha y al no aguantar la risa del mesero acerca de su peinado, le colocó el plato con todo y salsa en la cabeza, por lo que el mesero quedó como si fuera pelirrojo.

Entre la clientela del maestro está mi amigo el Iron Man, a quien también mandamos un caluroso saludo de felicitación por haber llegado en el lugar 1,009 (mil nueve) en su categoría –que más bien es falta de categoría en el torneo de aironmanes, que se llevó a cabo en los Estados Unidos; ya conocido hombre de negocios, experto en relaciones internacionales, está preparando la bienvenida y las honras que tendrán lugar en su honor.

Sé que van a decir que soy un exagerado, pero suplico que si alguien conoce otra verdad de la que yo narro me lo haga saber, de tal modo que corríjanme si miento: yo vi salir de esa peluquería a un señor que por cierto, ya murió -como el caballo blanco- con el hocico sangrando; a otro ingeniero que se levantó de la silla de pelar dando de gritos y emanando chorros de sangre, fue entonces que mi peluquero ganó el mote de “Manolete”.

Pero no debe preocuparse, en su puesto ha quedado un digno sucesor de sus hazañas. El otro día me fui a pelar porque ya andaba como burro de año y al no encontrar al titular me pelé con su discípulo, quien me hizo un trabajo que no puedo clasificar; en un principio pensé me había dejado como pollo de kermesse -para ser exacto, como pollo panzón de kermesse- pero ante la risa que inmediatamente provocó mi aparición en público, empecé a considerar que el pelado que me hizo era un homenaje a la zona cero, donde yacen las ruinas del 11 de septiembre, claro, sólo que mi corte de pelo estaba mucho más dañado que la zona cero, total que el fígaro sustituto ha resultado tan dañino como el titular, por lo que su inmortalidad estará garantizada.

lunes, 4 de octubre de 2010

EN EL LECHO DEL DOLOR

Escribo esto desde el lecho del dolor, un terrible accidente hizo que no me fijara en un bordo y diera al suelo con mis 150 kilos de ricura y sabrosura; que se caiga cualquier cristiano es un acto que per se, da risa, cualquier persona que vea azotar a su vecino tenderá a reírse a carcajadas o estar haciendo buches de risa, pero si el sujeto que se cae tiene un volumen como el mío, parece acto circense que los que no lo vieron pues piden que se repita.

Pues esta mañana bajando una escalera iba cargando dos bolsas de viandas para mortificar esta carne penitencial, y de pronto me tropecé, con lo cual di mi humanidad en un acto de arrodillarme y dar con la cara contra la pared, sin meter las manos por proteger las viandas. Al impacto, personas que estaban en el edificio donde me caí pensaron que era un terremoto o algo por el estilo; un piadoso cirineo se acercó a ayudarme entre risueño y compungido. De las risas del público presente prefiero no comentar nada, lo que sí es que del trancazo quedaron averiadas ademas de mis rodillas, un cachete y desde luego los ladrillos del edificio. Llegadas las ambulancias, que eran cinco por que cada tarjeta de crédito hace que sus víctimas o tarjetahabientes compren un seguro para servicio de ambulancia, todos se peleaban por el que esto escribe, claro, por no cargarme, lo que provocó una cachetiza entre los enfermeros de la que salieron triunfantes – para su desgracia- los dos mas fuertes; acto seguido, cuando trataron de levantar la camilla se oyó un sonido como cuando se rompe una caña: uno de los enfermeros se había tronado por el esfuerzo, de la segunda a la séptima vértebra intercostal, por lo que tuvo que ser llevado por su propia ambulancia y compañero, y me dejaron ahí. Ya para estos momentos había una multitud de mirones, una señora con un niño gordito al que amenazaba diciendo: “ si sigues comiendo vas a terminar como ese viejo panzón”, también estaban un vendedor de jícamas y pepinos; dos aspirantes a diputados y seis candidatos a municipes de la Zona Metropolitana; dos boleros; tres damas de la vida galante; y afortunadamente el campeón nacional de peso completo en levantamiento de pesas, pues fue él quien me ayudó a incorporarme y me llevó a mi auto, en el que me trasladé a un hospital donde después de rayos x y otros análisis me dijeron que con reposo y agua y jabón me curaría, desde luego que al pagar deje lo que tenía disponible para las vacaciones.

viernes, 1 de octubre de 2010

EL MOCO Y LA PAYASA

Cómo ha cambiado la vida -decía Tolito-, quien acostumbraba quejarse más que un periodista hablando de política. Se trata de que los valores han sido trastocados por completo, ya no hay respeto para los viejos, los jóvenes en tanto no saben si van o vienen, ahí andan por la vida a la lela; o tal vez lo que cambió, según el tío, fue el estilo y recordaba cómo en sus tiempos en los bailes lucía como gran bailarín.

Contaba que en sus tiempos los bailes eran muy formales y a todos asistían las mamás que llegaban con sus hijas como gallinas con pollitos; luego las señoras se sentaban cerca de sus pimpollos, casi siempre tras un vidrio. Las chicas asistían muy arregladas luciendo sus mejores galas, sentándose en un medio circulo al que quien quería bailar debía introducirse, dirigiéndose hacia la presunta pareja, quien decía sí y bailaba, o no, lo que producía una vergüenza pavorosa y hacía que el fallido se regresara como toro devuelto al corral. Yo no sé cómo le gustaba esto al tío, a mí se me figuraba que las señoras hacían en las fiestas comentarios como éste: – ay, yo no entiendo a los muchachos de hoy, tan linda tu niña y nadie se le ha acercado; claro que eso lo decían cuando la propia ya estaba bailando, ¡pobre de la que no bailara! yo creo le iba como en feria. Por supuesto, había una investigación acerca de los jóvenes, quiénes eran y de qué familia eran.

En cambio, ya no hay bailes caseros como antes, las jóvenes ahora van a los antros; si antes andaban arregladas llegan a su casa a desarreglarse, se ponen unos pantalones deslavados, enseñando panza –las que tienen, las que no sólo enseñan los huesos- y la baja espalda, que de esa todas tienen; además se hacen acompañar de una banda de vuela-trenes, mucho más emperifollados que ellas, o cuando menos más maquillados. El otro día dos sujetos pasaron por las primas para ir al antro y Tolito, que decía que no era celoso sino asqueroso, quiso investigar sus genealogías y preguntó a sus hijas cómo se llamaban, a lo que éstas se alzaron de hombros y contestaron “no sé, pero les dicen el moco y la payasa”, por lo que el tío ya no preguntó y decepcionado se puso a ver la tele, maravillosa para la evasión y buen refugio de frustraciones.

Hemos dicho que la tía Meme es una mujer robusta -lo que según dicen unas revistas, es una epidemia tan grave que ahora hasta los flacos son gordos-, pues mi tía era víctima de todo género de faltas de respeto. Un día visitó el centro histórico para ver los edificios (y no como dijo un desgraciado, que afirmó que había ido al centro a saludar al mamut), pues salió del museo y viendo las calandrias se le ocurrió dar un paseo y queriendo saber la ruta que seguiría el conductor le preguntó ¿cómo me llevaría a La Minerva? a lo que el calandriero le contestó “en dos viajes”, la tía no le dijo nada por que ella no habla con groseros.

Otro día tenía que ir a Tapalpa, donde los camiones no tienen asientos privilegiados, alguien le sugirió que comprara dos asientos y así iría muy cómoda, lo que le pareció una muy buena idea, platicándoselo a toda la familia a quienes pareció de maravilla. Tolito, siempre amoroso, mandó al mozo de la familia a comprar los boletos, por las tarde cuando llegó al autobús descubrió que el mozo compró efectivamente 2 boletos, sólo que compró el 7 y el 23, con lo cual se armó la de Dios es Cristo ya que el camión iba lleno y todos querían su lugar, hasta que el pobre chofer le regaló su reloj a un pasajero para que cupiera la tía.

El viaje siguió con toda tranquilidad, excepto para la tía, que iba muy nerviosa porque le habían dicho que en los camiones foráneos viaja un narcotizador que con melifluas palabras ataca a las indefensas damas que usan este medio de transporte. El dinero lo traía en el santo cenáculo, pero temía que algún ladrón lujurioso se detuviera a esculcarla; he sabido que la tía Meme es una pudorosa mujer, sin embargo, se le ocurrió poner el dinero a salvo sentándose en él. La lluvia que caía, el paisaje bucólico y el suave meceo del camión produjeron en ella sueño y contando con que la tía tenía un amplio “fundamento”, gracias al que estaría a salvo el dinero, pasó a disfrutar una merecida siesta… del otro lado del pasillo estaba un sujeto prieto, cejiduro y con un bigote de aguacero. Cuál sería su sorpresa que al llegar a Tapalpa y levantarse ya no estaba el dinero, con lo cual se quejaba amargamente diciendo “¡Ya ni las partes blandas respetan!”

Lo que sí afortunadamente ya desapareció, por lo menos oficialmente, es la discriminación. Mi abuelita era racista de de veras y tenía la idea de que según ella los chinos decían que la blancura oculta la fealdad y cuando uno le replicaba que había unas prietas de rechupete, solía contestar que prietas ni las pistolas.