lunes, 21 de febrero de 2011

Y METIÓ LA MANO EL DIABLO

Muchas veces en pueblos y ciudades los personajes parecen repetirse, como si le hiciera falta al lugar tener un referente humano, son más perceptibles en los poblados pequeños pero aun en las ciudades existen, fijándose usted los podrá localizar.
Uno de los más famosos es el Alcalde de Lagos, magistralmente narrado por don Alfonso de Alba, sin duda uno de mis lecturas favoritas y mi favorito para regalar a cuanto amigo viene de extranjía a nuestra ciudad. Por ser local creo que no ha sido debidamente valorado. El personaje y sus actuaciones son inmejorables y hacen que la Atenas de Jalisco añada a su señorío propio un personaje inolvidable que hay que decirlo dejó tras de sí una larga descendencia…
Recuerdo de entre ellos a uno al que apodaban el Ratón, perteneciente a las señeras familias de la aristocracia laguense, simpático y dicharachero, heredó del gobernante la chispas del ingenio.
Sujeto al dulce yugo del matrimonio, resistía con franciscana resignación las eternas instrucciones y contrainstrucciones que con cariñosa asiduidad nos imponen nuestras cónyuges. Hay que decir que la buena charla y la buena copa viajan en sitios muy cercanos y nuestro héroe rendía frecuentemente homenaje a ambas y en muchas ocasiones provocaba que se bebiera en cantidades superiores a las recomienda la Organización Mundial de la Salud, lo que produce borracheras de antología.
Lo anterior no resulta del gusto del sector femenino ya que esta costumbre produce que las pertenecientes al bello sexo pasen jornadas de angustia al ignorar dónde y en qué condiciones se encontrará su cónyuge, por lo que uno de los ruegos más recurrentes que hacen a los maridos que ofician en demasía la ingesta etílica es que dejen de beber. Lo adecuado para el caso es ir a jurarse ante la virgen de San Juan de los Lagos, cuyo santuario es cercano a la bella ciudad de Lagos.
Después de muchas solicitudes infructuosas nuestro héroe aceptó dialogar con su cónyuge al respecto.
- Es necesario que dejes de beber, dijo su mujer, te la pasas el puras borracheras y hace mucho que no llegas sobrio a la casa. ¿Qué les puedo decir a los niños?
- Pues que llegue borracho, no hay nada que ocultar, además nada les falta y siempre llego muy temprano – decía esto porque él sostenía que lo mismo podía hacer lo mismo de las ocho de la mañana a las ocho de la noche que de las ocho de la noche a las ocho de la mañana y concluía no hay porque desvelar a la familia-.
Mi abuela decía que si tu mujer te dice que te vas a aventar de tejas pa abajo, más te vale que le midas, porque de que te vas a arrojar lo vas a hacer y como la mujer quería que se jurara, pues tarde que temprano terminó por aceptar, no sin discutir la duración del juramento ya que su mujer deseaba que dejara de tomar un año a lo que el Ratón se opuso diciendo.
- Mejor te regalo un collar cuajado de brillantes, pero en fin, acepto jurarse por seis meses, iniciando en cuanto pasara el fin de semana o sea el lunes siguiente, obvio es decir que las melopeas que se puso en los días anteriores al lunes fueron memorables.
El lunes amaneció tristón, con una cruda de séptimo grado en la escala de Mercalli, el Ratón explicaba los síntomas estableciendo que el día que Descartes lanzó su famosa afirmación de “ pienso, luego existo” sufría de una cruda de características similares, es horrible pero sin duda es un acto que nos enseña a ser humildes. Pero, promesa es promesa y aunque es muy incomodo tener una sola palabra decidió que era tiempo de cumplir su promesa e ir a San Juan a jurarse.
Arrancando la mañana se dirigieron hacia allá y pasaron por el Tío, lugar donde frecuentemente el Ratón homenajeaba a Dionisio, éste decidió pasar, no porque pensara tomar, lo hizo nada más para despedirse ya que se ausentaría por seis meses, pero los buenos propósitos terminaron cuando el diablo metió la mano y nuestro amigo aceptó tomarse una, la caminera, para no dejar y a esa siguieron otras, muchas otras, llegó la música y cantaron y bebieron hasta que prácticamente terminaron besando el suelo patrio.
Caía la tarde. Sin saber cómo, cuando volvió en sí iba en su camioneta la cual iba manejada por un cuate que no conocía pero que sin duda había sido compañero de parranda; con curiosidad y con un poco de temor le preguntó:
- ¿a dónde vamos?
En tanto que el que guiaba le respondió:
- No sé, pero llevamos muy buen tiempo, lo que pareció tranquilizarlo.
Ya de noche llegaron al pueblo de cuarenta y ahí encontraron unos filarmónicos y les preguntó el que manejaba qué ¿a cómo costaba la pieza?
- Cinco pesos patrón, dijo el que dirigía ese ruinoso mariachi.
A lo que el Ratón, que ya no tenía ganas ni de música, ni de nada que no fuera llegar a dormir a su casa, les dijo.
- Tomen cien pesos y toquen aunque no estemos.
Llegó a su casa más tarde que de costumbre y para sorpresa y enojo de su esposa que esperaba recibirlo sobrio y jurado y llegó hasta el chorizo y con el destrozado sombrero de uno de los músicos de cuarenta. Como pudo llegó a su cama donde cayó como fardo en el lecho cayendo el sombrero al suelo. La mujer furiosa con toda razón quiso manifestar su furia pateando el sombrero y cuando se disponía hacerlo el Ratón desde la cama empezó a tararear las notas del jarabe tapatío, que uno de los pasos finales consiste en que la que lo baila pasa el pie sobre un sombrero.
Al día siguiente, sintiéndose peor que una cucaracha en ensalada, trató de ser amable y lo fue durante todo el día en que ni siquiera bebió, salió sólo al jardín a darse grasa, así, cuando menos traería limpios los zapatos.
Por la tarde tenían una invitación a una reunión de amigos. Su mujer, que aún seguía enojada no quería ir.
- ¿Cómo quieres que vaya a que tú te emborraches y me pongas en ridículo como siempre.
- Te prometo que esta vez no será así, te juro que no beberé y el próximo lunes me iré a jurarme.
- Mira, mejor ni prometas, tus promesas no tienen ningún valor. Pero el marido juró por toda la corte celestial que se comportaría como los propios ángeles, lo que pareció convencer a su mujer que aceptó ir a la reunión, no sin antes advertirlo con grandes castigos en caso de que fallara.
Las casas tradicionales en Lagos giran alrededor de un patio central y la sala por lo general dan al frente de la casa y tienen ventanas verticales con rejas externas, en donde se celebraba la reunión había solo una ventana y nuestro héroe se sentó en el quicio de la ventana comportándose como había prometido.
Resultó que durante la reunión uno de los concurrentes sintió la necesidad de soltarse un pedo, pero temiendo hacerlo muy ostensible decidió echárselo cerca de la ventana, por aquello del aire. El Ratón olió el asunto, pero por seguir con el buen comportamiento no dijo nada.
Un rato después el pedorro sintió de nuevo la imperiosa necesidad de echarse otro. Como ya había encontrado el lugar que consideraba adecuado, que además era el único donde podía hacerlo con un mínimo de compostura, repitió su elección, se acercó a la ventana, de forma discreta, bromeando con los que estaban conversando y llegado a la ventana, repitió la suerte y el Ratón que seguía sentado donde mismo y aguantó la parada en silencio.
Durante la reunión que estaba muy animada el flatulento sujeto decidió echarse un tercer pedo y ya conocido el camino le fue fácil decidirse hacia dónde ir, lo que hizo y se sopló otro aire, tan solo que esta vez se sintió algo apenado con los que junto con nuestro héroe no se habían movido de la ventana y para justificarsus viajes a ese sitio se asomó por la ventana y viendo al cielo dijo:
- Parece que va a llover. A lo que el Ratón, ya sin aguantarse contestó:
- Y por los aires que soplan va a llover mierda.

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