lunes, 4 de abril de 2011

DON EVARISTO

Esta historia la narraba hace años mi estimado amigo Jorge Juan Moran Mojica a quien creo corresponde la narración de los hechos que aquí comparto con ustedes. Don Evaristo era un viejo policía que en sus horas libres acompañaba a abogados amigos a practicar embargos, un buen día fueron a hacer un embargo a Aguascalientes y cuando volvían la carretera pasaba por la Chona y junto a dicha población quedaba el rancho del abuelo de Jorge, donde había cebolla sembrada. Por comentar algo, Jorge le dijo: Vea nomas don Evaristo, qué bonitos cebollales. El aludido guardó silencio y los demás viajeros se dedicaron a recordar otras aventuras. Como dos horas después, cuando iban a cruzar el Puente Grande don Evaristo rompiendo su mutismo dijo: P’al caldo; sus compañeros de viaje confusos le preguntaron ¿p’al caldo qué don Evaristo? Y éste muy orondo contestó: -Los cebollales, contestación que reflejó su extraordinaria rapidez mental. En otra ocasión él y un paisano de Cihuatlán, de donde eran originarios, estaban emborrachándose en La pedregosa, que así se llamaba la zona de tolerancia de Manzanillo, donde cantinas y burdeles coexistían pacíficamente y al que asistían gentes de lo más variopintas y hay que decirlo el lugar donde oficiaban era de los que tenían mayor atractivo visual. En ese lupanar la variedad consistía en que la estrella del lugar, bastante ligera de ropajes, bailaba y poco tiempo después un sujeto disfrazado de gorila (heroico disfraz tomando en cuenta los calorones que se sufren en el puerto) fingía atacarla, entre golpes y fajes, como sesión de sexo y violencia que espaciadamente se iban haciendo más violentos hasta que la bailarina parecía ceder ante la fuerza de la bestia. En un principio don Evaristo y su amigo observaron con interés el baile, muy gustosos antes de que saliera el gorila, el escenario se formaba con humos fingiendo niebla, música y tambores rodeaban a la bailarina que a base de movimientos sensuales entusiasmaban al peladaje que producía gritos salvajes que completaban la función completando de algún modo el espectáculo. Bajaron la intensidad de las luces y todo se redujo al humo que simulaba niebla y a unos sonidos que simulaban tambores africanos en tanto que la bailarina tumbada en el suelo – esperaba su destino- El gorila aparecía y rodeaba a la víctima hasta levantarla y producir caricias de corte sexual a los que la mujer parecía ceder. Hasta ahí los dos amigos miraban con interés y porque no decirlo algo de morbosidad. De repente el supuesto gorila comenzó a pretender golpear a la mujer, el humo aumentó en tanto los tambores sonaban frenéticamente y eso ya fue mucho para don Evaristo quien muy enojado exclamo: Méndigo animal tan abusivo, ahora sí que me hizo enojar, lo dijo al tiempo que tomaba una botella de agua mineral y se lanzaba a botellazos contra el supuesto gorila a quien insultaba retándolo a ponerse con uno de su tamaño en tanto que lo único que se escuchó fue el grito del gorila que decía: - yo también soy de Cihuatlán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario