jueves, 21 de marzo de 2013

LA SUPREMA CORTE DE LA LENGUA DE LA NACION


Lo que pasa es que en este globero país nada nos gusta. Todo nos parece mal y nos la pasamos criticando cuanto dicen o hacen nuestras amadas autoridades que tanto y tan generosamente se sacrifican por nosotros. Esta semana tenemos una clara prueba de ello, cuando nuestro más bien pagado tribunal del país trata de enseñarnos cómo no discriminar, cosa que en lo personal les agradezco, aunque no comparto. Los señores ministros nos enseñan que decir maricón o puñal puede ser considerado como discriminatorio y por tanto reprobable; el tema es discutible porque a mi juicio es mucho más discriminatoria la diferencia entre lo que ellos perciben y lo que recibo yo, eso me parece discriminatorio, no lo que me digan. La verdad a mí que me den la lana cada mes y que me insulten como quieran, al cabo que ya los traería en la bolsa.

Según la RAE un puñal es “una arma de dos a tres decímetros que sólo hiere con la punta”, y si pronunciar ese concepto es discriminatorio cómo podríamos cantar aquella canción de “Toma este puñal, ábreme las venas, quiero desangrarme”. También el tumba burros dice que puñal es “lo relativo a alguna pugna”, a mí no se me hace discriminatorio para nada. Por otra parte, maricón dice que “es un insulto grosero con su significado preciso o sin él”. Ahí va mi argumento, cuál opción escogería de entre las siguientes: la primera, si usted recibiera mensualmente arriba de medio melón de devaluados y le dijeran puñal o maricón; o la segunda opción, si a usted nadie lo pelara y ni siquiera le dijeran esos calificativos. Nadie en su sano juicio escogería la segunda, por eso insisto en que la verdadera discriminación está en las carteras no en las palabras.

La discriminación es inaceptable en todas sus formas pero principalmente la económica, pero esta discriminación es absurda incluso culturalmente. Desde luego que si yo ganara lo que ellos ganan, la cultura me parecería absurda e innecesaria, por tanto no me importaría para nada que desaparecieran los octosílabos que conforman esa joya literaria que es el Ánima de Sayula que narra las peripecias de Apolonio Aguilar y que da vida a tan risueña población de nuestro Estado.

Me parece que en todo caso la Corte debe sancionar a quienes realicen actos que humillen a otros, pero hay una distancia considerable entre eso y decirnos qué podemos o no podemos decir, o acaso decir puñal es discriminatorio y decir que alguien es hidrocanoico no lo es, en su absurda soberbia la corte se siente capaz y con derecho de decirnos cuál es el significado de las palabras.

La verdad que no me molesta que quienes pueden abusar del público lo hagan, lo que sí no puedo aguantar es que los funcionarios pretendan darnos clase de lo que muchos de ellos hacen con absoluta impudicia, y el colmo es que los señores ministros pretendan instruirnos respecto de lo que debemos decir o no decir. Y si alguno quiere bailar, pues, que baile.

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