lunes, 4 de junio de 2012

CAMPAÑAS


Nos encontramos ya en la parte final de las campañas, donde si bien la terminación de la enfadazón de las mismas está más cercana, lo que es bueno, tenemos que soportar la temporada en que todos se acusan de todo y eso a mí se me hace muy desagradable, entre otras cosas porque siempre trato de no meterme en lo que no me importa.

Desde luego que la causa de esto es el nerviosismo que traen los candidatos y sus seguidores, porque su candidato pudiera perder. Lo que significa que no llegaría a disponer, entre otras cosas de los multimillonarios presupuestos que tienen la federación, estados y municipios y eso, pues altera los nervios y hay que echarle al otro —sin importar si las acusaciones son ciertas o no— el objetivo es desacreditar. Esto, desde luego, no quiere decir que todos los que andan en eso son corruptos; por fortuna en todos los partidos hay gente de buena fe y algunos creen sinceramente que participar en esto beneficia a la colectividad. Pero, que quiere, yo no creo en que ese deseo de servir a sus semejantes sea el único objetivo de sus acciones, cuando menos no es la causa principal y así servirán a los demás los que por su naturaleza sean serviciales y nunca lo harán sin recibir un beneficio principalmente económico o de poder. Los que son serviciales de por sí tratan de beneficiar a sus semejantes fuera del gobierno, ahí sí los encontrará, y por fortuna, los hay en gran cantidad, pero el estado como lo concebimos tiene casi siempre un efecto corruptor que se adopta en diversos niveles, en el menor de los casos se produce una ceguera o tolerancia ante la corrupción. No creo que cuando menos desde Cuitlahuac nosotros hayamos tenido un buen gobierno, los ha habido malos y malísimos y en la mayoría de los casos intrascendentes, pero por fortuna tenemos muy mala memoria.

Si a esto agregamos que las técnicas modernas nos han proporcionado las encuestas, que desde luego que de éstas las hay honestas y deshonestas, y a pesar de que siempre nos advierten que no son pronósticos se ven como tales y por eso, en cuanto a uno no lo favorecen, pues nuestros prohombres se ponen nerviosos y responden con otras encuestas favorables y lodo contra los otros, especialmente contra el que creen fundada o infundadamente que tiene más posibilidades de ganar.

Para nuestra desgracia muy pronto tendremos que elegir dentro de este juego —que nosotros no escogimos— pero dentro del que tenemos que jugar y tendremos que participar. Habrá quien decida no votar, lo que para mí es una opción válida aunque no sea útil; otros optarán por el voto nulo, que también es válida aunque yo no comparta su utilidad pero respeto; si usted cree que hay un buen candidato pues votará por éstos. Por mí parte, creo que en la mayoría de los casos tendré que optar por el menos malo, lo que definitivamente no trato de imponer, al fin, esta es solamente nuestra plática dominical.

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