jueves, 9 de diciembre de 2010

COMIDA EN EL PARAISO

Me invitaron a una comida en la playa de Chacalilla, en Nayarit, un verdadero paraíso en el que hoy se construye un desarrollo habitacional a todo trapo. Un hecho fundamental es que los gorrones somos sufridos, pues en esta ocasión se trató de una gorreada de primera. Iniciamos con un suculento desayuno, yo iba vestido, según yo, principescamente para la ocasión, con mi guayabera yucateca y un sombrero panameño, de verdad me sentía soñado; todo iba de maravilla hasta que un tipo que estaba desayunando me vio diciendo: “ahí viene don Humberto Cauich”, que para los que tengan menos de cincuenta era un panzón de segunda división, yucateco que contaba chistes, por lo que pasé de Carlos Enrigue riéndose del mundo a el mundo riéndose de Carlos Enrigue, salí con el sombrero hecho bola y la guayabera fajada; un tipo que estaba de metiche me dijo que él también tenía un sombrero que lo había comprado en Sea World, y maldije la hora en que Echeverría se puso la primera guayabera dado que desde entonces la gente conecta guayabera con raterías y devaluaciones.

Hubimos de hacer un viaje de dos horas y media, tiempo en que echamos una siesta mañanera, cosa que permitió a un deportista hocicón que venía con nosotros decir que fue para no pagar las casetas, este sujeto supongo que era deportista ya que lucía unas mallas que me recordaron la liberación gay. Por un rato me imaginé con una de esas mallas puestas, pero pensé en el peligro que sería que se reventara el mallón, tengo un amigo que narra con pavor cómo fue devorado por la ola verde una vez que tomaba el sol en Cuyutlán, y creo que los que estuvieran ahí a la hora que se reventara la malla, sentirían lo mismo, nada más en vez de agua lonjas. Quité esas absurdas ideas de mi cabeza y me puse a meditar la canción del filósofo Arjona de “Si el norte fuera el sur”, llegando a la conclusión de que cuando esto suceda, Disneylandia va a estar de este lado y los Sam´s y Walmart de aquél, imagínese que padre que volveremos a nuestros típicos tendajones de la esquina, no cabe duda que el citado cantautor debe haberse roto la cabeza pensando esa canción, aunque por otro lado, en otra canción digna de mencionarse establece que su filosofía era entrar a un bar y tomarse la copa de cortesía, y no crea que yo he escuchado las canciones, un ser muy cercano a mí casi estudia las canciones de este sujeto.

El traqueteo del camino despertó el apetito de algunos, que preguntamos a los anfitriones si no había nada que comer, “¡son las doce!”, exclamaron sorprendidos, “y si toman en cuenta que Nayarit tiene una hora menos que Jalisco, acá son las once”, pero de alguna manera se compadecieron del personal y sacaron fuertes bolsas de cacahuates, que junto con un misil de tequila que tenían ahí, sirvieron de aperitivo, esto debajo de un techo confortable que daba sombra. Pero para que vean que de todo hay en la viña del Señor, mientras nosotros devorábamos los cacahuates, el deportista que iba con nosotros se despojó de las mallas, debajo de las cuales traía una especie de tanga, y sin más miramientos se lanzó frenético a correr por la playa.

Para cuando nos terminamos los cacahuates, por ahí de la una, nos llevaron unos platos de ostiones con almejas chirlas, en tanto el corredor se metió al agua y empezó a nadar mar adentro sin temor a los bichos que ahí suelen habitar. Mientras él nadaba agua adentro, nosotros nos sumergíamos en una batea de caracoles con pepinos y salsa de jitomate, y degustábamos unos caldos gallegos de raza albariña; a continuación trajeron un ceviche de camarón y un aguachile acompañado de tostadas, para estas alturas había varios que ya no hablaban. Nuestro amigo deportista salió con todo el cuerpo arrugado y los ojos papujados, todo para declarar que él no tomaba animales de mar ni de tierra, sacó unos botes con polvo y se lanzó sobre ellos. Como nadie hablaba porque todos estábamos ocupados en la ingestión, el atleta nos platicó que en el maratón lo que se necesita es espíritu, porque desde el kilómetro treinta en adelante ya corren por inercia, el ansia de triunfar los hace llegar al final; en esos momentos pensé en que a mí me pasaba lo mismo en diferente actividad, después del tercer plato seguía comiendo nada más por el ansia de llegar al final, no me atreví a sugerírselo al atleta porque estoy seguro que me hubiera botado un soplamocos y a mi cuerpecito no le gusta sufrir. Después trajeron camarones gigantes y el atleta sacó un lonche que yo creo que era de McDonald´s porque cuando terminó de comérselo siguió jugando con la cajita feliz.

El reporte de daños escandalizó a los propietarios y ya varios se veían con el rostro congestionado, tuvieron que llevar paramédicos para hacerlos reaccionar, sobre todo a un zacatecano que estaba comparando las playas de Jerez, Zacatecas con las de Nayarit.

Se terminó el festejo cuando trajeron dos majestuosos pescados a la Talla y tacos de frijoles para nivelar, acompañados de café. A los anfitriones yo creo que les salió carísimo porque además de lo que nos dieron de comer y de beber, tuvieron que pagar siete ambulancias y paramédicos para los que se congestionaron. Yo tuve la honra de salir como la gente, y partiendo plaza me fui a la camioneta, aunque la guayabera estaba tan manchada que parecía camisa hawaiana.

Pero no vaya a creer, mi solitario lector, que no me pasó nada, al día siguiente tuve que pagar tributo a la tragazón que había dado, odio ir a los médicos, porque así vaya con una erupción en el rostro, lo primero que me dicen es que debo dejar de comer; este caso no fue la excepción y empezó a decirme todo lo que había que dejar de comer, y ante la cantidad de prohibiciones que me estaba haciendo, no tuve más que preguntarle si se trataba de vivir o de durar.

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