lunes, 7 de marzo de 2011

EL DERECHO DE SER GUAPO

Otra cuestión que puede resultar interesante es lo de una nueva constitución, donde los políticos de México discurran crear un Congreso Constituyente en el que habrían 500 diputados (chambas), no hay que olvidar que cualquier idea legislativa solo busca crear chambas, que capaz y sacan una constitución nueva. A mí me parece, con toda la humildad del caso, que en lugar de hacer una nueva Constitución bastaría con que obedeciéramos y cumpliéramos la que actualmente tenemos, a la que tan sólo falta la posibilidad de un juicio político al presidente, que va a ser absolutamente inútil, pero es elegante redactarlo; faltarían también el refrendo y el plebiscito, que bien manejados podrían ser de utilidad pero que hacen correr el riesgo en este globero país de estar haciendo consultas tontas.

Faltarían de definir derechos como el derecho a Internet, el derecho a la delgadez, a la guapura y al salero; imagínese usted, mi solitario lector que la Constitución tuviera un articulo que dijera: “todo mexicano tiene derecho a ser guapo”, algún amargado dirá que eso es irrealizable, pero no es menos ilusorio que el derecho a la vivienda o el derecho a la salud actualmente programado.

Debemos entender que el derecho es como el tango, siempre es una relación de dos: uno que tiene el derecho de exigir y otro que tiene obligación de dar; de tal modo que todo aquello que no pueda ser exigido por uno a otro, que bien puede ser el gobierno, pues es una ilusión, y una ilusión engañosa por que el gobernado va a sentir que tiene posibilidades que no tiene, por eso sería más honesto establecer en la constitución aquellos derechos que puedan ser exigidos por los ciudadanos, tales como no ser torturado por ejemplo, y si alguien viola ese derecho pues tendrá que cubrir a la víctima una indemnización a más de las penas que la ley fije.

Entonces me dirá usted para qué sirve una constitución, pues precisamente sirve no para que el Estado nos indique qué hacer sino exactamente para que nosotros le digamos al gobierno hasta dónde tiene facultades, recordando que los ciudadanos podemos realizar todos los actos que no estén prohibidos; en tanto que el Estado, representado por cada uno de los funcionarios públicos, que desde el último cuico hasta el presidente de la República, no somos otra cosa que gatos del pueblo (debemos recordar que ministro, en su sentido original, significa servidor), sólo puede realizar lo que le está expresamente permitido. Sería muy bello este país si fuera regido por nuestra actual constitución, esto es, que se cumplimentara; lo cual no quiere decir que no pueda mejorarse, se puede y las cuatrocientas enmiendas son una prueba de ello, si bien éstas también demuestran que no toda enmienda es un acto inteligente.

El cambio puede ser absoluto pero sería muy necio dado que hay puntos que todo mundo estamos de acuerdo en que deben seguir así, por tanto, podría haber un Congreso Constituyente para hacer una nueva Constitución, podría del mismo modo el actual congreso en su función de constituyente permanente hacerlo o podría encargarse una comisión como se hizo en el caso de la Constitución Española donde un grupo de sabios elaboró el proyecto que después se puso a consideración de las Cortes; este último método que permitiría una mejor redacción, pero con lo lucidores que son nuestros políticos no lo van a permitir, pues en ese maravilloso país, la libertad de expresión sirve incluso para tener libertad de decir cuantas idioteces tenga uno ganas, y este artículo es prueba de ello, queda así establecido que la idiotez es una enfermedad muy peculiar por que no la sufre quien la padece sino los demás.

Es por ello que antes de que se tome una determinación debemos hacer el intento de dejar de pensar en partidos y tendencias, para pensar en México que es quien padecerá las consecuencias de nuestra moda, con lo que habría que decir de los políticos aquello que decía Bernardo Atxaga que establecía que no le importaba que las personas tuvieran pájaros en la cabeza, lo que le angustiaba es que fueran siempre los mismos pájaros.

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