lunes, 17 de octubre de 2011

LLANTO POR MI TÍO PONCHO 2 de 2

Por tanto esto debe de ser un llamado a la civilización, maridos del mundo uníos, el otro día, apenado porque un compañero de trabajo llegó golpeado, le dije que cómo se dejaba pegar, y cuando me disponía a darle un discurso sobre la dignidad humana, me contestó: al que le pega es a mí, no a ti: así que qué te importa.

Mi tío Tolito decía que a la mujer no se le debe tocar ni con el pétalo de una rosa, pero mi tía no era del mismo criterio y gustaba flagelar las carnes de Tolito, haciendo las llaves de lucha libre: la quebradora, la doble nelson para terminar con la rana invertida, lo que hacía dos veces a la semana porque ella decía que esa resistencia al golpeteo era una prueba irreductible de amor.

Yo no creo que mi tío hubiera estado de acuerdo con el amoroso tratamiento porque varias lo vi con ganas de levantarle la mano, pero si hubiera osado levantársela, se hubiera llevado una madrina hubiera quedado peor que Salgado Macedonio en una cruda.

La desgracia del tío Tolito fue que al personal de derechos humanos esto le vale gorro, y no era poco el daño que recibía el tío, quien haya conocido a la tía Meme afirmaban que tenía un cucú capaz de nublar la vista periférica de cualquier ciudadano. Una vez en una playa se le reventó la faja, la carne se desparramó sobre el tío quien pensó que le había caído encima la ola verde; fue tan traumático el evento que desde entonces lo más cerca que estuvo de una playa fue en Zacatecas. Eso sí, siguió gozando las golpizas.

Esos malos tratos provocaron que quisiera emigrar al norte, de tal manera que se fue a Tijuana donde contrato un pollero para que lo pasara al otro lado, sin embargo el sinvergüenza los dejó del lado mexicano pensando que estaban allá; ahí fue encontrado por los del programa paisano que fieles a su costumbre despojaron a los sedientos aspirantes a braceros de cuanto poseían, los dejaron como a la magnífica, sin cosa alguna.

No dejo de contar los trabajos que el pobre de Tolito tuvo que hacer para devolverse a Guadalajara y la única forma que encontró de ganar dinero fue en un espectáculo solo para señoras. Lo que era más vergonzoso era que lo que lucía era todo aquello de lo que no debe ser un table boy.

Cosas del destino, ya que el resto de su vida fue acusado de haber tenido comercio carnal por un precio, por lo que muchos en forma soez lo llamaron sexoservidor, cuando su gracia era precisamente no servir.

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