jueves, 2 de septiembre de 2010

ANTROPOLOGIA URBANA 2 DE 2

Aunque debo reconocer mi gratitud a este género tan particular que constituyen los fígaros de club, y es que gracias a uno de ellos pude conocer a su santidad el Papa en el último y único viaje que he hecho al viejo continente. Antes de partir, decidí peluquearme para evitar hacerlo allá que dicen que es muy caro, obviamente el pelado fue desastroso, me dejó volteando pa’ la peluquería y los jóvenes punk me perseguían inquiriendo dónde me había hecho semejante corte. Pues en nuestra visita nos tocó ir a la bendición de las 12 en el Vaticano, en la que el Papa desde una ventana da la bendición a la multitud y bendice rosarios y medallas, mi adorado tormento y yo apuntamos nuestros rosarios lo más cercano posible a la bendición y estábamos muy emocionados de ver cuando menos de lejos al Sumo Pontífice; con el corazón entusiasmado nos retirábamos de la Plaza Vaticana cuando antes de salir de la columnata fui alcanzado por un guardia suizo o de otra corporación que me indicó que Su Santidad quería verme, entusiasmado subí a los aposentos papales y luego de besarle los pies al Santo Padre, éste me preguntó ¿quién lo peló?

He sabido de otro peluquero de diverso club que es apodado Manolete por la cantidad de orejas cortadas, hay quienes aseguran que en esas peluquerías ha habido gente que se arrastra por el suelo del dolor que les causa una cortada, alguien tal vez saldrá con el hocico sangrando, pero ¿a qué se debe que si toda la gente sabe que el peluquero no es peluquero se vayan a pelar ahí?. El problema puede tener varias soluciones, la primera, la necedad de los clientes, nunca faltará algún gordo desbosalado que pretenda hacer chistes a costa del peluquero en vez de reírse de su figura (de la del gordo), así pues rindo homenaje a tan preclaros artesanos no sin dejar de recordar el letrero que había en una de esas peluquerías exclusivas que ponderaba “este artista es una fiera cuando empuña la tijera”.

El peluquero de pueblo también tiene un atractivo particular, dueño de un feudo que no cambia, por lo general es experto en jugar damas chinas bajándole los centavos a cuanto incauto cae en sus garras, hay quien dice que el aprendizaje de estos fígaros termina en cuanto el discípulo le gana una partida de damas al maestro; por recordar alguno pienso en aquel autlense apodado “El violón” que provocaba en toda su clientela la tiña, con lo que se aseguraba que la familia del menor infectado optara por pelarlo a casquete, con lo cual si usted veía un niño pelón pues ya sabía que era egresado de esa institución.

En los Altos de Jalisco donde el escudo de armas que recibieron de Carlos V ostenta la divisa que reza “No importa que ganes poco con tal de que no lo gastes,” la calidad de la pelada tenía relación directa con el tiempo que ausentaba al sujeto fuera de la peluquería, si el peluquero lograba que el cliente no volviera a la peluquería hasta el año siguiente pues ese era el mejor peluquero, y para el peluquero era mejor cuanto menos se quejara el cliente así le estuvieran arrancando la cabellera.

Y tal vez Marcos, el famoso subcomandante, no sea un personaje que oculte su rostro por que sí, quizá fue víctima de un peluquero chiapaneco.

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