Para mi abuelo trabajaba un mozo maravilloso llamado Celso cuyo único defecto en el mundo era que le pegaba a la mujer cuando estaba briago, un día mi abuelo se enteró de su felonía y furioso lo llamó a cuentas diciéndole: mira Celso si tu vuelves a golpear a tu mujer te me largas ese día – debo decir que en aquellos tiempos si se podía decir eso sin temor a que le cayeran a uno los defensores de los derechos humanos y los de la asociación de mujeres golpeadas y humilladas (HEAT por sus siglas en ingles) Celso trató de defenderse pero mi Abuelo fue inflexible, diciéndole cuida tu mano y cuidarás tu trabajo.
Un buen día se descompuso una bomba que estaba en un pozo profundo, a lo que mi abuelo llamó a Celso, que no se presentó con la diligencia que acostumbraba, algún compañero de trabajo indicó a mi abuelo que probablemente había violado la prohibición, cuando apareció Celso bañado en llanto pidió perdón a mi abuelo y le juró que jamás lo volvería a hacer, es la última que te perdono le dijo mi abuelo y métete al pozo para componer la bomba, así lo hizo infructuosamente, pero durante todo el tiempo la esposa no dejo de dar instrucciones a Celso desde el local del pozo, desesperado mi abuelo se metió al pozo y empezó el sermón a cargo de la esposa de Celso desde la superficie:
Ay, Celso que menso eres, hazle como Don José, Ay Celso no sirves pa’ nada, no ves que tienes que detener la llave como dice Don José, pero que bruto eres Celso, así no se aprieta una llave, compusieron la bomba y cuando hubieron salido a la superficie la mujer seguía dando órdenes a lo cual mi abuelo sabiamente le dijo: Celso te devuelvo tu palabra.
Bien dijo el maestro Séneca de la Peña, respecto de las mujeres: como las quisiéramos si fueran obedientes!.
Una de las formas mas efectivas para controlar al enemigo son los ex votos que si usted ha ido a algún santuario encontrará por docenas, pero esto ha sido un arma mas femenina, recuerdo de entre otros uno que había en el santuario de la virgen de la defensa que decía: Doy gracias a nuestra Santísima Madre de haberme curado una infeición que tenia dos cuartas abajo del ombligo, lo curioso del caso es que quienes lo leían pasaban inmediatamente a medirse para ver donde había estado la enfermedad.
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