miércoles, 15 de septiembre de 2010

RIESGOS DE LA DELINCUENCIA

Ahora que, no a todos los ladrones les va igual de bien. Me contaron, probablemente un mito urbano, de un ladrón que aprovechando la que creyó una casa solitaria decidió asaltarla, para asegurarse de que estaba sola se puso a timbrar sin respuesta aparente, pero decidió esperar al anochecer; cuando volvió observó una luz encendida, volvió a timbrar sin resultado alguno y pensó que la habían encendido para espantar ladrones, pero él ya estaba decidido y forzó la parte trasera de la casa y comenzó a caminar tan silenciosamente que se diría que no pisaba el suelo, pero un algo le indicaba que no estaba solo (esa sensación que tienen quienes están entrenados para sentir lo que los demás no tenemos posibilidad de sentir).

Yo creo que se preguntó muchas veces por qué aquel gato derribó aquel jarrón, sin embargo guardó silencio y se mantuvo en prefecta quietud, ni siquiera respiraba. No paso nada y decidió continuar, por los nervios resolvió buscar directamente la caja fuerte que le habían informado estaba en una habitación de la parte superior, subió firme y silenciosamente, buscó infructuosamente la caja tras los cuadros, pinturas y cortinas, concluyendo que el único escondite posible era el closet, ahí se dirigió y al abrir -quién lo hubiera pensado- vio un ser verde bañado en sangre.

Debo decir que no lo esperaba, el ladrón cayó fulminado por el espanto que salió del closet. Murió en falso, ya que la casa no estaba sola, estaba la dueña de la casa poniéndose una mascarilla de aguacate y al oír el ruido del jarrón decidió esconderse en el closet y al entrar se cortó con un gancho. Pobre cuate, resultaron mal sus cálculos.

Otro ladrón infortunado fue aquel que en un trailer park americano decidió robar la gasolina de un trailer grande que ahí se encontraba, como buen ladrón que se respetaba (los de ahora ya no se respetan) iba vestido de negro y con un pasamontañas que le regaló la comandante Ramona, esperó la noche, luces apagadas, nadie a la vista y llegó al trailer, abrió el depósito, introdujo una manguera para extraer la gasolina, chupó con todas sus fuerzas hasta descubrir que se había equivocado de tanque y éste era el del excremento. Ahora que debo de reconocer que no sé si por convicción o por qué sin causa lo decidió así, el hecho es que nunca volvió a robar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario