jueves, 29 de julio de 2010

VIAJE A ESPAÑA 2 DE 9

El día de la partida estábamos como niños con juguete nuevo. Salimos rumbo a la capital en un autobús a las 4 de la mañana, este viaje incluía visita a La Villa para despedirnos de nuestra Madre Santísima y nos dejó en el aeropuerto al filo de las doce del día. Lo que no nos dijeron fue que el avión saldría hasta las 6 de la tarde y que habría que esperar. Fuimos puntuales al abordar el avión, pero nos tuvieron 4 horas sentados en él y luego nos cambiaron de aparato porque ése traía mal la tarjeta inversa que controla los jirules del retospierre. A esta hora ya el personal estaba medio agotado, tomando en cuenta que ya llevábamos 18 horas de viaje. Aún tardó una hora en despegar. Desde luego que viajábamos en estricta clase perrier, en la que uno tiene dos opciones: soplarle la nuca al de adelante o que se la soplen a uno; para mi desgracia, el segundo más gordo del avión (después de mí, naturalmente), me tocó en la fila de adelante; debo aclarar que aunque yo estoy más gordo, soy un gordo modoso, de manera que no abuso al recargarme como si estuviera en un equipal en mi rancho, pero el sujeto de marras era gordo desparramado y aparte de recargar su humanidad en el asiento, totalmente echado para atrás, no dejó de moverse, con lo que me pasé un viaje de infierno. Aunque a otro tipo le fue peor porque le dio el síndrome de clase turista y quedó aparentemente muerto, eso sí, con una sonrisa angelical en los labios, si he de ser sincero, yo creo que pasó a mejor vida.

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