jueves, 11 de noviembre de 2010

DE LA FELIZOLOGÍA.

Está visto que el sino de la humanidad es la insatisfacción; en lugar de apreciar las cosas buenas que nos da el diario transcurrir, preferimos quejarnos. Así, una gran parte de la población, junto con el que esto escribe (más bien dicta, ya que no sé escribir en computadora), optamos por ser amarguetes. No hay nada peor que encontrarse a un felizólogo: es motivo de incremento del tamaño del hígado hallarse junto a un pelmazo alegando que la vida es bella, o tal vez ver una película con Robin Williams capaz de reventarle el hígado a cualquiera con sus humoradas, que lo mismo curan el cáncer que las almorranas.

Se ha negado a los muertos su dignidad de muertos y al deudo de un funeral nunca falta alguien que llegue a felicitar al deudo, como si fuera un festejo. Tememos la muerte y mencionarla, a la mejor es cosa de los psicólogos que tal vez crean que esto es mejor así.

En esta época, todo debe ser felicidad, no importa que sea falsa con tal de que parezca. En esta era light, hemos terminado por fabricar pescado sin sabor a pescado; tequila sin sabor a tequila; jamón sin sabor a jamón; y quesos de extraña procedencia, el otro día llegó la dueña de mi vida del mercado, con un queso que por accidente se cayó, tuve que irlo persiguiendo hasta medio patio por donde se fue botando, desde luego alguien me indicó que yo estaba en lo cierto, que ahora inyectan plástico para hacer queso.

Pero el buenondismo y los felizólogos no paran ahí, dondequiera te encuentras a uno, parecen estar debajo de canasto de tacos de chicharrón, para en cuanto le intentes pegar la primera mordida a ese culmen del colesterol, aparece un buenondista a informarte de los peligros de éste y a hablarte de las delicias de la lechuga lavada con agua de garrafón; te empiezan a hablar de las maravillas que tiene el vegetarianismo, lo cierto es que cada vez que observo un vegetariano, creo en la teoría de los muertos vivos... Bueno, tendría que exceptuar a aquel yogi, ¿se acuerdan del maestro de los Beatles? Ese sí tenía unos cachetes maravillosos, y estoy seguro que tras de jugar con las lechugas y aprovechar las ventajas del beta caroteno -contenido en las zanahorias- castigaba el cuerpo con algún churrasco, t-bone o New York. Y es que los vegetarianos no han logrado entender que la carne y la comida poco sana puede trasformar el vicio en virtud, así, cuando me preparaba para mi primera comunión, recuerdo me fue enseñado que la lujuria se combatía con templanza; sin embargo, la vida me ha enseñado que la lujuria se combate con gula. Imagínese Usted, mi querido lector, después de haberse comido usted solo un chateaubriand rociado con un sabrosísímo Rivera del Duero, si le van a dar ganas de efectuar cualquier aventura sexual, lo único que querrá es caer en una profunda siesta que le producirá otra inversión de valores, ya que combatirá la gula con la pereza, en fin, perdone usted esta digresión.

Pero es que este mundo ya no se entiende. Por ejemplo, nunca falta una joven y guapa vendedora que se dirija a usted sonriente, y cuando usted cree que el ligue que se le ha negado en los diez últimos años está a punto de lograrse, la aguerrida jovencita le propone a uno una tumba o un servicio funeral. Y por si fuera poco, habría que ver los panteones, parecen campos de golf; a un tío mío, muy querido, mi tío Tolito, lo enterraron en un panteón de esos, mi angustia ha sido tal que he pensado en ir a sacarlo, porque el día del juicio universal, va a salir a buscarse y al no encontrar su nombre en su tumba, puede que quede vagando y hasta puede que llegue a Sayula, cosas del corazón que la razón no comprende.

Otro acto característico de los buenondísticos es el descubrimiento de los pants. En cualquier domingo, vaya a donde vaya, se encontrará a una gran multitud de personas ajaezadas con dicho atuendo; deportistas no son porque lo evidencian sus lonjas y su paso atamalado, pero tal vez se trate de una pijama bastante cómoda, aunque muy mugrosa, y a la gente que la usa le parecerá que en aras del sport luce como Jane Fonda en su clase de gimnasia. El ajuar se complementa con la crema que las señoras no se quitaron la noche anterior, lo que hace que los ojos se les vean como si fueran hindúes; y los galanes despeinados y sin rasurar.

Nunca se será un buen buenondista si no gusta de las reuniones improvisadas con gente que se acaba de conocer, y así sea lo más aburrido, haya gritos de entusiasmo y se emita el comentario de "que padre nos la estamos pasando".

Una fuente inagotable de buenondismo, son los colegios. Ignoro con qué propósito los colegios hacen que los padres de familia se pierdan la función nocturna del chavo del ocho, y en su lugar vayan a una junta en la que se informará que los rebuznos de sus pimpollos están siendo cada vez más monofónicos; no dudo que estas juntas sean promovidas por fuereños, que no conociendo a nadie, quieran hacer amigos, pero a los amarguetes tapatíos, que nuestras familias sufren, moran y se pelean aquí, no nos interesa, y después de oír las noticias de los escolapios, no falta algún buenondista que proponga que los jóvenes requieran más deporte, con lo que la tradicional comida tapatía que iniciaba con un tequila con botana, y terminaba con una maravillosa siesta, se convierta en un producto en extinción. Ahora bien, si todos los pimpollos, se convierten en campeones olímpicos, pues algún sentido tendrá, porque de otra manera, ni aprenderán a usar su mente, ni mucho menos su cuerpo.

Por tanto, sea éste un llamado para que cuando los buenondistas decidan embestir con una tanda de consejos a los amargados, viendo la cara de vinagrilla, se abstengan, y que ellos sigan con su felizología y nos dejen con nuestra amargura.

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