viernes, 1 de octubre de 2010

EL MOCO Y LA PAYASA

Cómo ha cambiado la vida -decía Tolito-, quien acostumbraba quejarse más que un periodista hablando de política. Se trata de que los valores han sido trastocados por completo, ya no hay respeto para los viejos, los jóvenes en tanto no saben si van o vienen, ahí andan por la vida a la lela; o tal vez lo que cambió, según el tío, fue el estilo y recordaba cómo en sus tiempos en los bailes lucía como gran bailarín.

Contaba que en sus tiempos los bailes eran muy formales y a todos asistían las mamás que llegaban con sus hijas como gallinas con pollitos; luego las señoras se sentaban cerca de sus pimpollos, casi siempre tras un vidrio. Las chicas asistían muy arregladas luciendo sus mejores galas, sentándose en un medio circulo al que quien quería bailar debía introducirse, dirigiéndose hacia la presunta pareja, quien decía sí y bailaba, o no, lo que producía una vergüenza pavorosa y hacía que el fallido se regresara como toro devuelto al corral. Yo no sé cómo le gustaba esto al tío, a mí se me figuraba que las señoras hacían en las fiestas comentarios como éste: – ay, yo no entiendo a los muchachos de hoy, tan linda tu niña y nadie se le ha acercado; claro que eso lo decían cuando la propia ya estaba bailando, ¡pobre de la que no bailara! yo creo le iba como en feria. Por supuesto, había una investigación acerca de los jóvenes, quiénes eran y de qué familia eran.

En cambio, ya no hay bailes caseros como antes, las jóvenes ahora van a los antros; si antes andaban arregladas llegan a su casa a desarreglarse, se ponen unos pantalones deslavados, enseñando panza –las que tienen, las que no sólo enseñan los huesos- y la baja espalda, que de esa todas tienen; además se hacen acompañar de una banda de vuela-trenes, mucho más emperifollados que ellas, o cuando menos más maquillados. El otro día dos sujetos pasaron por las primas para ir al antro y Tolito, que decía que no era celoso sino asqueroso, quiso investigar sus genealogías y preguntó a sus hijas cómo se llamaban, a lo que éstas se alzaron de hombros y contestaron “no sé, pero les dicen el moco y la payasa”, por lo que el tío ya no preguntó y decepcionado se puso a ver la tele, maravillosa para la evasión y buen refugio de frustraciones.

Hemos dicho que la tía Meme es una mujer robusta -lo que según dicen unas revistas, es una epidemia tan grave que ahora hasta los flacos son gordos-, pues mi tía era víctima de todo género de faltas de respeto. Un día visitó el centro histórico para ver los edificios (y no como dijo un desgraciado, que afirmó que había ido al centro a saludar al mamut), pues salió del museo y viendo las calandrias se le ocurrió dar un paseo y queriendo saber la ruta que seguiría el conductor le preguntó ¿cómo me llevaría a La Minerva? a lo que el calandriero le contestó “en dos viajes”, la tía no le dijo nada por que ella no habla con groseros.

Otro día tenía que ir a Tapalpa, donde los camiones no tienen asientos privilegiados, alguien le sugirió que comprara dos asientos y así iría muy cómoda, lo que le pareció una muy buena idea, platicándoselo a toda la familia a quienes pareció de maravilla. Tolito, siempre amoroso, mandó al mozo de la familia a comprar los boletos, por las tarde cuando llegó al autobús descubrió que el mozo compró efectivamente 2 boletos, sólo que compró el 7 y el 23, con lo cual se armó la de Dios es Cristo ya que el camión iba lleno y todos querían su lugar, hasta que el pobre chofer le regaló su reloj a un pasajero para que cupiera la tía.

El viaje siguió con toda tranquilidad, excepto para la tía, que iba muy nerviosa porque le habían dicho que en los camiones foráneos viaja un narcotizador que con melifluas palabras ataca a las indefensas damas que usan este medio de transporte. El dinero lo traía en el santo cenáculo, pero temía que algún ladrón lujurioso se detuviera a esculcarla; he sabido que la tía Meme es una pudorosa mujer, sin embargo, se le ocurrió poner el dinero a salvo sentándose en él. La lluvia que caía, el paisaje bucólico y el suave meceo del camión produjeron en ella sueño y contando con que la tía tenía un amplio “fundamento”, gracias al que estaría a salvo el dinero, pasó a disfrutar una merecida siesta… del otro lado del pasillo estaba un sujeto prieto, cejiduro y con un bigote de aguacero. Cuál sería su sorpresa que al llegar a Tapalpa y levantarse ya no estaba el dinero, con lo cual se quejaba amargamente diciendo “¡Ya ni las partes blandas respetan!”

Lo que sí afortunadamente ya desapareció, por lo menos oficialmente, es la discriminación. Mi abuelita era racista de de veras y tenía la idea de que según ella los chinos decían que la blancura oculta la fealdad y cuando uno le replicaba que había unas prietas de rechupete, solía contestar que prietas ni las pistolas.

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