lunes, 11 de octubre de 2010

DAMNIFICADOS DE LA PELUQUERÍA

La verdad es que después de ir a la peluquería se acostumbra uno a andar como burro trasquilado, ya que cada intervención del fígaro es una obra maestra en sí misma, después de pelarse el cliente puede esperar cualquier comentario… el otro día me cortó el bigote y yo me sentía elegantísimo, mas al llegar a la casa de ustedes una de mis hijas miró fijamente el bigote y me comentó que me lo habían dejado igual a Don Gabriel, el burrero de Tapalpa.

A un señor Villa, al que masacraron antes que a mí, lo pelaron como gorila de peluche, después supe que duró quince días encerrado en su casa argumentando que sufría de diastolías neurovegetativas, también conocidas como Síndrome de Quintero y que consiste en tener que estar un lapso de tiempo en la oscuridad más absoluta sin ningún contacto con los humanos; para los que nunca la hayan sufrido es una sensación parecida a la que tienen quienes son secuestrados, que al cabo de la horrible experiencia llegan a tener un cierto cariño hacia el secuestrador, en este caso hacia el peluquero que lo dañó, éste es llamado por los primeros “Síndrome de Estocolmo”. A los quince días el señor Villa se atrevió a salir a la calle en una limosina con los vidrios polarizados y con un pasamontañas por otros quince días, en honor a la verdad dicho pasamontañas es un regalo de la peluquería, cómo estará la cosa que mi amigo fue al futbol y durante todo el partido fue punto de referencia, ya que la gente decía “a la derecha del trasquilado aquel”, “a la izquierda del que mordió el burro” o “del gordo tuzado a la izquierda”, lo cual verdaderamente cala, ya que a la salida se dirigió al Pesebre donde pidió una torta bañada en salsa borracha y al no aguantar la risa del mesero acerca de su peinado, le colocó el plato con todo y salsa en la cabeza, por lo que el mesero quedó como si fuera pelirrojo.

Entre la clientela del maestro está mi amigo el Iron Man, a quien también mandamos un caluroso saludo de felicitación por haber llegado en el lugar 1,009 (mil nueve) en su categoría –que más bien es falta de categoría en el torneo de aironmanes, que se llevó a cabo en los Estados Unidos; ya conocido hombre de negocios, experto en relaciones internacionales, está preparando la bienvenida y las honras que tendrán lugar en su honor.

Sé que van a decir que soy un exagerado, pero suplico que si alguien conoce otra verdad de la que yo narro me lo haga saber, de tal modo que corríjanme si miento: yo vi salir de esa peluquería a un señor que por cierto, ya murió -como el caballo blanco- con el hocico sangrando; a otro ingeniero que se levantó de la silla de pelar dando de gritos y emanando chorros de sangre, fue entonces que mi peluquero ganó el mote de “Manolete”.

Pero no debe preocuparse, en su puesto ha quedado un digno sucesor de sus hazañas. El otro día me fui a pelar porque ya andaba como burro de año y al no encontrar al titular me pelé con su discípulo, quien me hizo un trabajo que no puedo clasificar; en un principio pensé me había dejado como pollo de kermesse -para ser exacto, como pollo panzón de kermesse- pero ante la risa que inmediatamente provocó mi aparición en público, empecé a considerar que el pelado que me hizo era un homenaje a la zona cero, donde yacen las ruinas del 11 de septiembre, claro, sólo que mi corte de pelo estaba mucho más dañado que la zona cero, total que el fígaro sustituto ha resultado tan dañino como el titular, por lo que su inmortalidad estará garantizada.

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