martes, 17 de agosto de 2010

VIDA EN NUEVA YORK 2 DE 5

El hecho es que el muñecazo murió, probablemente porque no sabía respirar debajo del agua, eso a pesar de estar tan guapo, los historiadores por su parte dijeron unos que lo ahogaron, aunque no dicen quien, porque algunos historiadores chismosos, que también los hay, dijeron se trataba de un crimen pasional. Otra teoría, muy popular es que el galán se suicidó porque no aguantaba el terrible acoso de que era objeto por parte de Adriano y de cuatrocientos treinta y ocho miembros de la comitiva de aquel, sujetos que parecían tenerlo como cabrito al pastor, ya embarillado. Una última teoría, probablemente la menos cierta, aunque muy probable, decía, que se cayó por pendejo y se ahogo.

No quiero ni contarles como fue el drama, enfatizaba el tío engolando la voz, el emperador Adriano, mirándose en el rio, lloraba hecho una magdalena, no quería ni hablar con sus ayudantes, cuando estos acudían a llevarle noticias de la capital del imperio, estaba tan desolado no los dejaba terminar y rápido los mandaba a la chingada.

De pie, metido en el agua de tanto llorar a Adriano le salió musgo y sintió que podía convertirse en junco y permanecer unido a su papirrin, duró varios días en el agua hasta que sus ayudantes lo sacaron a la fuerza, lo sacaron y le dieron una docena de cachetadas guajoloteras, lo tallaron con piedra pómez para quitarle el musgo que traía pegado, le dijeron que se portara como los meros machos. Sin duda que obedecer fue terrible para el sujeto, quedó como domador después de que se lo tragaran los leones: hecho pedazos.

Esta larga narración servía al tío para probar su punto. Decía que gracias a la belleza del muchacho, el emperador romano demostró su cariño a éste y auténticamente llenó el territorio del imperio con esculturas del bello rostro y del bello cuerpo del ahogado, tantas que no podrá usted entrar a ningún museo de Europa, de Atenas a Noruega, de Madrid a Moscú, de los Balcanes a Bruselas y en todos los puntos intermedios, Autlan incluido, sin encontrarse con una de estas esculturas. Un amor que ha sobrevivido veinte siglos, superando a Abelardo y Eloísa, Romeo y Julieta, al de nuestro señor don Quijote y Dulcinea del Toboso y el de Pedro Infante y Lupita Torrentera.

Ya les di un ejemplo de la importancia de la belleza decía Bernardo a cualquiera que quisiera escucharlo, denme ustedes, los espetaba, un ejemplo de personajes de ese tiempo importantes por otra causa que sea equivalente a la belleza. Para esperar respuesta se ponía en posición de flor de loto, pelando los ojos en lo que él creía era mirada profunda. Mientras lo hacía mantenía una sonrisa inexplicable. Después de algunos minutos en que nadie le contestaba, probablemente porque pensaban que estaba loco, él insistía cuestionando dígame un político de importancia de esa época, lo que ciertamente era una pregunta capciosa porque es sabido que los políticos siempre han sido intrascendentes. Díganme insistía en preguntar, un actor, un rico, un héroe deportivo, un político, un abogado, un contador o un vendedor de seguros cuya memoria sea trascendente. Nadie los recuerda.

Desde luego que si los hubiera habido el tío no lo hubiera sabido y para él hubiera sido suficiente pues él creía que lo que él no sabía no existía y con eso daba por zanjada la discusión y se retiraba muy orondo, orgulloso de su capacidad de argumentación que por otra parte él era el único que alegaba.

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